Christian Boltanski revelando la identidad de Puebla

Ramón Almela. Doctor en Artes Visuales

Christian Boltanski frente a la instalación en Puebla
En el Museo Santa Rosa (3 Norte 1203, Centro HistSombras" del artista francés Christian Boltanski, una obra única diseñada para Puebla (www.boltanski.gob.mx). Siendo el lema del FIP "De la tradición a la vanguardia", ¿Dónde estaba la vanguardia de artes plásticas en todas las ediciones anteriores? Coincidiendo con el FIP se dedicaban muestras a artistas convencionales elegidos por marchantes conectados con los responsables del FIP para obtener negocio con su muestra, o realizaban homenajes. Por primera vez se dedica atención a la actualidad propositiva plástica en el FIP con esta exposición e incluso con algo más contundente y que aconsejo no se pierdan el día de su apertura, Jueves 21 de Noviembre a las 7 PM, "Otredad y mismidad" con la obra de cuatro artistas internacionales actuales tratando con instalaciones la luz (Josechu Dávila) y la morgue (Teresa Margolles) y con obra de acción, la violencia (Enrique Jezik) y la economía (Santiago Sierra) en los anexos de la Galería de Arte Contemporáneo y Diseño.
Hábitos de monja cuelgan desde los altos techos del lugar imprimiendo elevación y espíritu fantasmal a los grupos de objetos de fotografías y bombillas ya característicos del estilo de Christian Boltanski. Las ventanas sirven de marco a volátiles telas con retratos impresos de esas jóvenes novicias. A pesar de estar colocadas como cortinas adquieren densidad y significado en el espacio con la luz que se filtra por ellas. De los muros se despiden imágenes llenas de contenido como el encuentro con las rejas y la celosía por donde el mundo exterior era filtrado.
Los nombres de las novicias y monjas consagradas se escuchan etéreamente en el ámbito espacial del convento de Santa Rosa del siglo XVII como huellas auditivas. Calan nuestra presencia marcando el sigiloso desplazamiento por el lugar conventual donde tantas mujeres abrazaron los hábitos y los votos de clausura en una vida dinámica de oración y recogimiento apartados del mundo. La celosía que separaba la capilla del espacio donde oían misa produce un escalofrío como tangible realidad de lo vivido entre estos muros desconectados del acontecer del mundo. Las jóvenes eran obligadas a votos y disciplinas de control corporal y espiritual condensado en esa urna con un montículo de cabellos. Este mundo oculto donde el interior atormentado debía ser disciplinado se busca en la representación imaginaria de vida estricta con los espectros e imágenes caricaturescas que como sombras se extienden en varios elementos de la instalación cerrando un ciclo entre la santidad y la maldad.
El ex-convento de Santa Rosa está situado en una zona urbana a unas calles del centro histórico y con un carácter tradicional de habitantes que con el paso del tiempo no han perdido aquella identidad. Esos muros del ex-convento han presenciado otras realidades. En el siglo XIX pasó a tener varias funciones desde la de hospital, cuartos de vecindad y lavadero comunal hasta su recuperación como Museo por el estado de Puebla. Pero la vida monástica de encierro y dedicación oculta se mantiene en el recuerdo y vibra latente en la memoria de la colectividad. Muchas vidas de jóvenes mujeres, novicias, marcaron este espacio histórico. Christian Boltanski, invitado por la Secretaría de Cultura a realizar una instalación para Puebla, eligió este lugar como espacio operativo de su estrategia en una arqueología estética de los habitantes de Puebla. La intención de la obra es muy definida y pone al alcance de los habitantes una manifestación contemporánea. Hay que indicar que todos los elementos que componen la instalación desaparecerán cuando finalice su tiempo en Febrero 2003, serán destruidos. La intención del trabajo es ser una obra interdisciplinaria entre la pintura clásica y el teatro y así como en la obra teatral, en cada lugar la obra cambia, se adapta al lugar-espacio en el que se recrea. Lo importante son las ideas que forjan esa pieza que varía su configuración según las características del espacio expositivo. Muchas de las obras de Christian Boltanski pueden reducirse en esencia a la estrategia informativa y a instrucciones que, como ocurre con los dibujos murales de Sol Lewitt o las baldosas de Carl Andre, se constituyen con elementos que no tienen las memorias o vivencias del pasado sino que las evocan.
Hay que señalar, sin embargo, ciertos aspectos de insatisfacción en el montaje de la instalación. Los elementos cubiertos de material plástico bañados en una luz azulada como si se trataran de tiendas de campaña, donde se proyecta desde su interior sobre su superficie las sombras de máscaras jocosas y monstruosas, no resultan de una resolución formal congruente en el ambiente construido.
El discurso elaborado en esta instalación de Christian Boltanski está hecho con elementos de su sello plástico conocido como pueden ser los focos organizados en formas alrededor de las fotografías. Pero, conviene no detenerse en el vocabulario sino adentrarse en la realización concreta de diálogo con el espacio. Él mismo confiesa ser un trabajador del arte que realiza una labor estética-sensible y cuestiona el progreso del arte. Llega a un sitio, explora, sintoniza, y, quizás utilizando elementos de su vocabulario anteriormente empleados intenta componer un discurso estético asequible que transmita su mensaje y haga al visitante sentir con el corazón. No es un arte que precise información colateral para acceder a el. El personaje común, desconocedor de estrategias contemporáneas se sentirá arrastrado emocionalmente por la instalación.
El conjunto de esta instalación ejerce una presión psicológica pues se parte de conocer la realidad intramuros de las monjas de clausura dominicas. Después de confrontarse con esas imágenes de adolescentes y hábitos entremezclados en envolturas fantasmales, el encuentro por la calle con unas jóvenes en uniforme acompañadas de monjas me convocaron singularmente el espacio vivido de Santa Rosa. Al ver poco después un entierro llevando a hombros el féretro en un lado de la calle mientras una pareja se abrazaba en la banqueta contraria señalaban con intensidad la realidad de la vida: La muerte y el amor. Hay cierto pesimismo vitalista en la obra de Christian Boltanski al aferrarse a la transitoriedad del ser humano como afirmó: "Somos únicos, no sustituibles, pero sustituidos". Sus objetos hurgan simbólica y objetualmente en la intersección de lo individual y lo colectivo centrando su discurso en la reliquia, los objetos que pierden identidad y en la vanidad. Enfatiza la fragilidad del ser humano: El olvido. Pasamos a ser piezas olvidadas en la dinámica de cambio de la humanidad. Apunta a nuestro deseo de permanencia, pero señala la muerte, y la identidad que construye la colectividad que es la que persiste.
Christian Boltanski es un claro exponente de una creciente tendencia en la actualidad artística que plantea abiertamente las relaciones de la gente y los espacios dados, el arte como etnografía. El artista como etnógrafo como Hal Foster afirma en "The return of the real". Un artista con vocación humanitaria, con un interés y compromiso por la existencia y condición humanas. El artista asume el nuevo papel de modelo creador situándose como habitante de una cultura que va más allá de lo local abordando niveles de investigación en medio de procesos filosóficos, fenomenológicos y sociales de nuestro tiempo. Con su actuar entra en lo específico de una cultura. Explora y cuestiona las relaciones con las instituciones, el poder, los media, el lugar y el contexto buscando transformar la realidad.
Christian Boltanski, como el mismo afirmó, se situó en el interior de la historia de Puebla, definió un fondo y una memoria común pasando desde lo particular a lo colectivo: "Hubo gente antes y habrá gente después de nosotros". Las sombras nos recuerdan el pasado, pero también anticipan, como señaló José Manuel Springer en la conferencia de presentación, que somos huella de nuestra muerte al ser creadores de sombras con nuestra corporeidad frente a la luz.