Figuración y Abstracción. Teresa Morán y Lazcarro

Ramón Almela. Doctor en Bellas Artes

Dos muestras simultáneas en Puebla ponen el acento en dos actitudes contrapuestas, aunque no equiparables. Me explicaré. En sí, podemos adjudicar las exposiciones a dos ámbitos de representación aparentemente contrapuestos. Teresa Morán trabaja dentro de un estilo neo-figurativo suntoso y José Lazcarro situa su obra en una abstracción matérica. Pero no se trata de encontrar en la adscripción de su estilo la descalificación de uno de los mismos, ni por pertenecer a uno su mérito. Hemos de acceder a la conciencia de que no existe realmente la forma contrapuesta entre abstracción y figuración cuando nos adentramos en la esencia del representar pictórico. Y ambas actitudes han de ser leídas, así mismo, dentro de los contextos en que la obra se realiza.
Jose Lazcarro. A estas horas aquí el rayo verde.
La gran trampa al aproximarnos a la contemplación de estos dos estilos es nuestra sujección a unos prejuicios en relación a las obras. No podemos acercarnos con la espectativa limitada a lo que sabemos o creemos saber sobre arte. Se produce el efecto ceguera; no vemos lo que nos están mostrando. Y en estas dos exposiciones se presentan alternativas diferentes que pueden hacernos caer en esa situación de invidencia estética si contemplamos las obras sujetos a nuestras ideas. Podemos perder lo que nos presentan o ver complacientemente lo que no está ahí.

El arte consiste en dar forma a una idea. Los valores formales de una obra adquieren su más propio sentido y dimensión al considerar sus objetivos. En la concepción de una obra abstracta las ideas que se buscan pueden encontrarse en la presentación de la misma forma, el desarrollo de las texturas y la composición, o la presentación misma del color por el color. Aquello a lo que la obra remite es exactamente la misma obra. Tanto es así que imperó por un tiempo el llamar a esta corriente de "arte abstracto" con otro término. En vez de la idea de abstracción que remitía a un concepto impreciso y absoluto se manejaba la acepción de "concreto" queriendo señalar que el ámbito que la pintura representaba se concretaba a la realidad misma de lo que era. Se le denominó "arte concreto".

La figuración realista funciona de manera que nos remite a ideas y datos reconocibles en lo representado. A través de la percepción de lo representado en el espacio plástico, se produce la aparición interior de la imagen. Pero este representar no se deslinda de la propia forma plástica con la que se representa. Su representar coincide con la presentación de los elementos plásticos mismos, y es en esta dimensión que se establece una identificación con el llamado arte abstracto contemplado desde una actitud formalista.
Aquello a lo que la obra remite es exactamente la misma obra
Aun así el arte abstracto no siempre se limita a la realización de obras autosignificativas. Los significados de la obra van muchas veces más allá del plano formal. Aunque las formas se refieran a sí mismas, hay un significado que resulta inherente a la acción y ejecución de las mismas. Es decir, a las circunstancias externas a esas formas. Situando las obras en contexto podrían percibirse contenidos referenciales que dotan de significado a las formas. Figuración y Abstracción se encaminan muchas veces hacia el mismo objetivo; utilizan sus formas con la intención de comunicar un mensaje asociado con esas imágenes.
Con la obra de José Lazcarro nos adentramos en un mundo de materia sensible sugerente. Expone en ENTRE ESTUDIO & GALERIA (41 Pte. y 23 Sur 2120-E. La Noria) una serie pictórica bajo el título "Alquimia". No podríamos esperar hallar un significado partiendo desde nuestros prejuicios narrativos. Lazcarro construye sus espacios en un diálogo con la superficie. Esta acción es la que reside como una impronta en la obra. Si bien podemos asociar sensaciones y sentimientos transmitidos por la composición y el color, son más bien
José Lazcarro.Ocultarse un momento apenas, de mis penas.
evocaciones que pueden ser leídas de modos muy diferentes. El único vehículo que tenemos para adentrarnos en la idea de la obra es el título que Lazcarro nos brinda como románticas reflexiones que generaron y ambientaron sus piezas en el comienzo. De ahí en adelante las obras toman su protagonismo. Es decir, los cuadros, aunque están ejecutados por el artista, parece que no es el propio artista que las realiza, es su resonancia interior ante la escucha de lo que la obra demanda la que realiza los pasos de la manipulación pictórica. En el estado más álgido de la creación, sabemos los que pintamos que una fuerza interior nos arrastra y dirige la obra. Es una tensión entre la percepción de hallazgos y el deseo de retar a esa superficie pictórica, y todo dentro del espíritu narrativo del que partimos, el título, pero del que vamos despreocupándonos, envolviéndonos atrapados por el desarrollo de la obra que nos abre a imágenes y sensaciones inesperadas.

Esta es la realidad que podemos apreciar en el mundo plástico de Lazcarro. Las contorsiones en la combinación de las formas que pululan en su superficie, pigmentos y tratamientos inquietos del plano; color con papel, encáustica y tierras. Estructuras compositivas básicas en cruz encajadas dentro de marcos de metal oxidado y armonizado en conjunción a la superficie pictórica, y que actuan como protagonista unificador de la escena. Las obras reflejan una tensión calmada bajo una estética de armonía y equilibrio donde se permite cierto énfasis en un color primario saturado e intenso.

Esta línea de última producción de Lazcarro ha mejorado notablemente comparada con sus obras de antaño. Pero, esperaba que con la incorporación de los marcos de metal tratado y oxidado, que apareció como destello de interés provocativo en su obra, se tornara hacia una exploración de sus posibilidades más acordes con el desarrollo contemporáneo. Pero, parece que le gana un esquema regulador homogéneo. Con su indudable calidad en la realización pictórica y sus conocimientos podría adentrarse en terrenos donde las ideas, impulsadas por el drama de la vida, sirvieran de acicate a más arriesgadas proposiciones. Su obra responde a un proceso de personalización en la materia, pero convendría que fuese más congruente con el arte de nuestro siglo XXI. Reexaminar qué mensaje puede aportar y no quedarse estancado en las ideas del informalismo matérico de hace décadas, aunque le retenga el éxito cierto en los estratos de la sociedad poblana adinerada.

Y Teresa Morán presenta en la Casa de la Cultura de Puebla (5 Oriente #7, Centro Histórico) una densa colección de casi treinta piezas pictóricas, de gran formato en su mayoría, realizadas en óleo. Al contrario que Lazcarro, Teresa se aferra a los valores figurativos naturalistas. Su obra gira en torno a bodegones, figuras y representación de interiores y está cargada de un aire romántico en la construcción atmosférica de sus espacios. La soledad de algunos interiores contrasta con las obras donde agrupa un gran número de personajes en donde pareciera querer detener un momento del tiempo, y mostrarnos lo percibido por ella como en los cuadros de baile. En todos impera una fidelidad a
Teresa Morán. Interior
la reproducción exacta penetrada con una significación social. Lectura que nosotros mismos hemos de hacer al ofrecernos una vista de esos rincones, de esos bodegones, de esos personajes. Teresa nos habla de sus experiencias, retazos de su vivencias, a las que reúne bajo el título de "Nostalgia". Y aunque es una persona con aire alegre parece mirar atrás con cierta tristeza, añorando. Deja traslucir una ausencia que no llena ni aunque acumule esos interiores con gente.
Pero estas imágenes realistas también han de fraguarse, como la pintura abstracta, sobre una trama de forma, color y composición. Quizás el mensaje narrativo romántico es transmitido con acierto a un público ávido de esas imágenes que frecuentemente se abastecen de ellas por medio de la pintura folklórica vendida sobre las banquetas, por los cuadros costumbristas en los mercados, o incluso por los ex-votos pintados por neófitos. Pero este público no se sensibiliza ante la dimensión plástica propia del quehacer pictórico. Del mismo modo como la mayoría del público asistente a una proyección
Teresa Morán. El Baile
cinematográfica no se percata del desenfoque y del corte desequilibrado de la imagen en la pantalla, atendiendo como están al desarrollo narrativo de la historia?pero ese es otro tema que trataremos en otra ocasión.
En la obra de Teresa Morán encontramos un desigual comportamiento en la ejecución pictórica; son obras mal pintadas. Acierta varias veces y otras derrapa soberánamente. Sus cuadros poseen en general una ajustada composición y una buena valoración tonal -la gradación de claro y oscuro- que articula la luz en el espacio pictórico. Pero, encontramos muchos detalles en donde hay un desacierto en el manejo de las pinceladas y la estructura formal de lo que representan. Un ejemplo muy evidente se encuentra en la ejecución de los retratos en sus obras, como en muchos de los objetos y telas de los bodegones. Aunque, repito, hay veces que el ensamble de la representación del objeto, su situación en
Teresa Morán. El baile
el espacio, la materia, y el color resultan acertados magistralmente, todo desde esta óptica de representación academicista romántica. Y existen ejemplos claros de pintura academicista de la segunda mitad del siglo XIX que muestran adecuadamente
Moritz Von Schwind. Morning hour. 1858
Charles Bird King. Vanity of an artist´s dream. 1830
como se funciona dentro de los esquemas que este sistema estilístico plantea, y que es al que se suscribe la obra de Teresa Morán. Nada habría que objetar dentro de esta multiplicidad de tendencias actuales que alguien quisiera pintar así, como si la historia del arte contemporáneo hubiera pasado en vano pero, por favor, si se elige pintar dentro de unos cánones establecidos por el pasado hay que responder a ellos, o percatarse de lo que no se está haciendo bien. En este sentido es a lo que me referiría con que estas obras están mal pintadas.