La necesidad de la imagen en
la cultura Latinoamericana

Ramón Almela. Doctor en Bellas Artes

Se exhibe actualmente una recopilación de imágenes religiosas en el Museo Amparo (2 Sur, 708. Centro Histórico. Puebla). Piezas de retablos y exvotos pintados pertenecientes al propio museo y a la Universidad de Nuevo México: Retablos, Exvotos y Altares. No se trata de la acostumbrada exposición de carácter recopilatorio virreinal donde se exploran los usos simbólicos y la presentación pictórica de las imágenes de Santos y devociones. Esta exposición tiene una carga especial. Se adentra en el mismo corazón de las creencias, en el espíritu del pueblo y el manejo que hace de estas imágenes en un esfuerzo por conectar con la dimensión espiritual desde sus componentes terrenales; las obras fueron mayormente ejecutadas por artistas autodidactas. Esto nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza artística de estas producciones que funcionan como encargos para agradecer algún bien recibido por la divinidad representada, o solicitar algún favor divino. En el fondo hay que rastrear esta actitud hasta la misma estructura ideológica religiosa que identificaba la sociedad azteca y las similitudes que llevaron a una asimilación de las impuestas devociones cristianas de la contrarreforma católica. Esto se aprecia con evidencia en la investigación realizada por Francisco Luna, especialista en la cultura otomí, sobre el Cristo Negro de Xido, patrocinada por el Museo Amparo.
Exvoto. Anónimo. Oleo sobre lámina. 14.4x20.6cm. 1881
Es preciso recalcar que los exvotos son una manifestación tan antigua como la humanidad. El término proviene del latín ?de un voto? y se refiere a las ofrendas votivas otorgadas como pago a favores divinos recibidos o requeridos. Las culturas, en su carácter religioso, establecen un vínculo con la dimensión espiritual a través de objetos y representaciones. Pero, la particularidad que representan estos exvotos pintados es única. Existe una inmensa producción de estas imágenes que datan desde la segunda mitad del siglo XVIII concentradas principalmente en Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Aguascalientes, Jalisco y Querétaro. La tradicional imagen de pequeño formato en lámina de estaño encargada a los talleres regionales de exvotos era realizada por artesanos con sinceridad e ingenuidad plástica, combinando el mundo trascendente de lo divino con la descripción del acontecimiento terrenal. Fusionan la herencia espiritual del mundo precolombino y las tradiciones religiosas de la España católica medieval.

Una exposición en 1996 en el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de México hacía un repaso extenso a la producción de la tradición votiva y cómo permanecía en la actualidad. Hoy en día, en los santuarios por toda la república Mexicana se siguen produciendo retablos e imágenes con similar fin. Sus historias transmiten los sucesos de la vida moderna como las adicciones, extraviarse en la ciudad y cuestiones de empleo. La inclusión de objetos y elementos varios, junto a las imágenes pintadas o collage hace de los ejemplares modernos verdaderas piezas de arte comparables a las elaboradas composiciones de "creadores" contemporáneos en el collage, "assemblage" o instalaciones.

El alcance de esta práctica no se limita a encargar la imagen para un santuario. En el hogar se instala un retablo que sirve de centro de adoración a determinados santos y grupos religiosos. Esta práctica es desconocida o desusada en la cultura europea y en la estadounidense. Esto plantea cuestiones en torno a la naturaleza de la imagen y el poder estimulante de la psicodinámica de la percepción en una sociedad educada profundamente en el culto religioso.
La Sagrada Familia. Anónimo. Oleo sobre lámina. 35 x 25 cms.
Hay que señalar dos consideraciones en torno a esta colección de exvotos y retablos: El extenso uso de las imágenes y retratos en la cultura Latinoamericana, y la esencia del artista anónimo como chamán -sacerdote que enlace la dimensión espiritual con la terrenal-.

Resulta sorprendente comprobar la atracción y demanda del retrato en todas las clases sociales en la cultura latinoamericana a diferencia de la estadounidense y española. El latente deseo del retrato puede deberse a razones históricas de ambición y emulación de alcurnia establecidas en Hispanoamérica por la predominancia aristocrática de tiempos pasados. El retrato se convertía de ese modo en una puerta de acceso, aunque ficticia, a un status de posición. Esta inclinación ha sido abandonada en la cultura española y es inexistente en la estadounidense, a pesar de la fuerte influencia actual de la cultura de la imagen.

En la demanda del retrato, sin embargo, puede verse el inmanente poder de la imagen para corporeizar lo representado. La clara tendencia a la conservación de las imágenes de los seres queridos a través de las fotografías y el repertorio de un gran número de fotos enmarcadas en los muebles de las casas de cualquier estamento social en México- o el retrato pintado muestra un deseo innato en la cultura por la imagen. Este deseo puede rastrearse hasta ese inconsciente religioso precolombino que ha producido esa persistencia e inclinación por la imagen en lo popular.

Ambas sociedades, la azteca y la española del siglo XVI utilizaban objetos y representaciones para la difusión de sus creencias. En esencia, se conjuntaron la innata necesidad de representación icónica de la divinidad por la población indígena del continente americano con la tradición icónica romana desarrollada y extendida por la religión católica. Aunque el catolicismo proviene de la cultura iconoclasta bíblica compartida por judíos y musulmanes -que rechazan como mandato divino escrito en la Biblia el uso de la representación divina en imágenes-, sin embargo utilizó el sistema "pagano" romano para extender su poder y control sobre la población del imperio en tiempos del emperador Constantino. La población del imperio romano absorbió la divinidad católica ajustándola a sus creencias de divinidad solar, superponiendo las ideas judeocristianas sobre las establecidas. Algo similar a lo ocurrido con la actividad sincrética efectuada por la cultura azteca con la imposición de la religión católica. El hecho que sorprende es la vigencia actual de las creencias prehispánicas en muchos pueblos de la republica mexicana donde todavía persisten cultos a divinidades del pasado revestidas y disfrazadas de la ortodoxia de la religión católica, como es el caso del cristo negro de Xido, Señor del Hospital de Salamanca en El Bajío.

Otra de las consideraciones al confrontar esta exposición de exvotos es la función de chamán con la que se reviste el artista autodidacta en la construcción de estas imágenes, y la validez artística en sí de las imágenes. No pueden abordarse estas piezas como elementos de producción netamente estética. La utilidad de las formas no deja lugar a lo "bonito". Son construcciones significativas que patentizan un fenómeno ambital. Hay que entender el ámbito como un espacio en donde interaccionan fuerzas; una realidad constituida de modo relacional. El hombre se convierte en una relación dialógica, acogedora, colaboracional. Esta es la red ambital que establece con su entorno. El empeño del arte es dar cuerpo a los ámbitos que contribuyen a formar el mundo del hombre.

Estas piezas de retablos y exvotos son producto de una necesidad de imagen, de la inmersión en una realidad espiritual que el pueblo demandaba. El gran uso del exvoto y del retablo se dió en situación de conflicto de Iglesia y Estado en los comienzos del siglo XIX. Se propagó el uso de los altares caseros e incrementó la devoción privada. El artista anónimo funcionaba como catalizador simbolista de dos realidades: La divina y la terrenal. Los símbolos y la teatralidad que las imágenes representan son una forma de luz que brota en la interacción de los ámbitos celeste y terrestre. Es la patentización luminosa de la verdad artística. Las composiciones, donde se conjuga la representación de la acción por la que se agradece el favor, el texto que lo narra y el espacio celestial, son desarrolladas dentro de esquemas simples de tiempo, espacio y perspectiva dirigidos a ser entendidos incluso por gente analfabeta.

Esta exposición muestra el papel que desempeñaban estas piezas en la religiosidad popular y abre la consideración a la significación del arte como un fenómeno ambital incrustado en la propia naturaleza relacional del hombre. El triángulo Forma-Función-Vida denota la infraestructura que late en la vivencia del pueblo creador.