El espacio se reduce cuando nuestro pensamiento nos acerca. Esa total desnudez de nuestro cuerpo se convirtió en el hilo de oro brillante que enlazaba nuestras ideas. Los dos recostados y abrazando almohadas de la presencia ausente. Los dos contemplando con las sábanas apartadas nuestros cuerpos regios y dispuestos para ser acariciados. Los dos excitados en el pensamiento erótico desbordado en apertura sensual. Ahí estábamos retorciendo nuestra libido hasta provocar el alarido de placer consumado. Tu cuerpo moviéndose al ritmo de las caricias tiernas, mi energía volcándose sobre tu vientre que acoge mis embestidas. Mis besos hambrientos recorriendo tus pezones y tus senos a los que me aferro desde donde esté, mi salvación, mi seguridad. Tus pechos otorgan la fuerza intensa que se estrella contra tus caderas. Te poseo por completo pues eres mía. Ayer te penetraba, te sometía bajo mi potencia que aspiraba tu delicadeza femenina. Ayer te volvía a besar tu coñito admirado, húmedo y que se empinaba para poder sentir la cabeza de tu amor entre los tersos muslos que me oprimen angustiados por la sensación que recorre tus venas.

Te besé y te penetré, y otra vez te besé para penetrarte una vez más. La desesperación por abarcar tu cuerpo es inacabable, insuperable, inagotable. Tu cuerpo desnudo es agua y oxígeno para mi necesidad. Tú me provees en mi imaginación, con tu entrega desnuda, del espectáculo de tu amor

Total desnudez
Ramón Almela
atc@criticarte.com
Publicado el 28 de Diciembre de 2008