Honor de caballería o la permanencia de lo moderno

Marco Morales. Maestro en Estética (artehoysintesis@yahoo.com.mx)

En la selección oficial ficción del FICCO (Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México) 2007 se presentó Honor de caballería (España/2006/35mm/color/ 1995) opera prima del catalán Albert Serra. La película es resultado de un autor cuyo concepto de cine es muy claro y sobre el cual accedió a conversar en entrevista. Resultado de ello es el presente artículo.

No es suficiente saber que el cine, como tecnología o como arte, es una empresa francamente moderna. Sin embargo, parece ser que es el cine quien nos ofrece la posibilidad de introducirnos a los "nuevos
medios" y estudiarlos. Hoy, a los ojos de algunos críticos, el cine hecho con tecnología digital parece cine; es decir, no es evidente la tecnología con la que se ha hecho la película en cuestión. Esto es importante porque, por un lado el cine a los ojos del espectador conserva cierta apariencia pero, además, posibilita al cineasta de diferentes maneras;
entre otras, "filmar" desde situaciones o escenas que el uso de la tecnología cinematográfica tradicional no podría, o realizar películas que, dado el "bajo" costo -definitivamente es mucho menos costoso que el cine tradicional- de realizar un filme con esta tecnología de otra manera no sería posible sin las restricciones que la industria cinematográfica normalmente impone, dado lo alto de las inversiones que habitualmente se necesitan para ello. Pues bien, Albert Serra, a pesar de hacer uso de esta "nueva" tecnología mostrando como el recurso económico no se traduce en recurso fílmico ni artístico, no encaja en ninguno de los ejemplos anteriores, no a priori. Serra hace cine porque le apasiona. En otras palabras, vive del cine y para el cine, pero para el cine que a él le gusta.
James Laughlin, editor de Pound y William Carlos Williams entre otros poetas, se refiere a Williams "como un hombre sin piel", alguien que carecía de barreras –epidermis o cualquier otra– entre su persona y los demás, se tratara de quien se tratara. Esto explica por qué sus pacientes lo querían tanto, prosigue diciendo que "[en] la India existe una experiencia espiritual llamada darshan que ocurre cuando alguien recibe la bendición de una persona con un alma de cualidades excepcionales. Williams era así. Su sonrisa, su risa aguda, su presencia misma hacían que uno se sintiera bien. No era perfecto, ciertamente. Tenía puntos flacos, como su violento odio hacia T.S. Eliot, pues sentía que sus aspiraciones de hacer un nuevo tipo de poesía en Estados Unidos se había mermado luego del enorme éxito de La tierra baldía. (Ensayos fortuitos, editorial Vuelta, México, 1995)

Esta afabilidad y sencillez de Williams, pero sobre todo su deseo consciente de hacer lo nuevo es, digamos, parte importante del espíritu de lo moderno, de esta manera, lo que estas líneas ilustran son un ideal largamente perseguido no sólo por los modernos, sino también por vanguardistas y contemporáneos -no por todos-, persistiendo hoy, como antes, tanto en artistas como en el publico entusiasta del arte, nostálgico por ese gran arte, que, para algunos, en el caso del cine encarnan Pier Paolo
Pasolini, Yasujiro Ozu y Kenji Mizoguchi entre otros, así Albert Serra y su "Honor de caballería".

Honor de caballería es una adaptación libre, hecha por Albert Serra, de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. El director, que no ha estudiado cine formalmente sino filología, además de Teoría de la Literatura, demanda atención del espectador. Se trata de contemplar, y así, poder gozar de la película ora a través de la comprensión, es decir, de la posibilidad de visualizar lo que hay más allá de las imágenes, de su opacidad, ora con calma sólo disfrutando de las mismas. De hecho, muchas de ellas invitan al sosiego, otras son una franca invitación a entrar a la película, recordando esa perspectiva como un
portal de entrada de algunas pinturas de los primitivos flamencos, a esos escenarios exteriores donde la naturaleza, al contrario de aquella concebida por los románticos, es claramente cordial, así como la relación entre Don Quijote y Sancho.

De un ascetismo y religiosidad muy claros, la película, ubicada en el siglo XVI, muestra los andares de dos hombres que prácticamente no interactúan con otros personajes; así, se nos permite ir configurando, imaginando, a través de esta andanza, la idea que tiene el director, no sólo de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha sino también de cine.

Con una estructura narrativa poco convencional, la película parecería parte de otra más larga; filmada completamente en exteriores y haciendo uso exclusivamente de luz natural, el director nos da tiempo de reflexionar
en torno a su obra, de contemplarla, de entrar en ella a través de ciertas tomas, tal como a Lluis Carbó y Lluis Serrat, los actores -no profesionales-, de darles forma a sus personajes así como al concepto mismo de la película. Posibilidad, esta última, lograda por la tecnología utilizada para filmar. Esto es, al poder filmar por horas, al no usar rollos de película, ha permitido a sus actores, actuar. Así, nos encontramos con un autor muy contemporáneo, atiende a una cierta "tradición" fílmica, artística, propone un cine y un uso del cine distante de mucho del cine hecho actualmente, comercial y no, usando una tecnología nueva filmando una historia del siglo XVI con una narrativa, la de su película, no lineal.
El Cineasta, para Albert Serra, es quien concibe al cine como arte, consciente o inconscientemente. De esta manera, genera experiencias sensibles nuevas en el espectador, así como, también, actividad intelectual sin que contravenga la naturaleza masiva de la experiencia cinematográfica. Esto es, que si bien es cierto que nos encontramos ante un cine de carácter abstracto, esta abstracción no es ni críptica ni la de un cine "snob" más cercano, por sus características, al video arte, pero que está hecho por autores cuyo concepto es poco claro y cuya producción está fundamentada en la intención de hacer arte sin una verdadera propuesta conceptual en torno al arte y su propia obra. Todo lo contrario con Albert Serra porque, también, conocedor de su "tradición", de la "Historia" del cine, al igual que Williams Carlos Williams pero con modestia, busca innovar, actualizar -en el sentido de Santo Tomás- el cine.

En esta actualización, de esa necesidad y de ese gusto, muy personales, nace el encuentro con otros cineastas que como él, desde un cierto anonimato, de distintas partes del mundo y generaciones, de una manera casual; es decir, sin conocimiento previo de la existencia mutua, proponen un cine poco convencional en su estructura narrativa demandando del espectador sensibilidad, así como actividad intelectual, que, a partir del acto contemplativo, frente a uno de los fundamentos del cine, la imagen que se mueve –el hecho cinematográfico mismo–, casi sin diálogos, se encuentra múltiples historias y belleza, entre otras cosas, pero más importante aún se
encuentra consigo mismo. Así, el cine de Albert Serra, el de Tsai Ming Liang (Malasia, 1957), el de Apichatpong Weerasethakul (Tailandia, 1970) o el de Hou Hsiao Hsien que sólo ha salido una vez de su país.
Publicado el 9 de Abril de 2007