Deseo Constante

Marco Morales. Maestro en Estética (artehoysintesis@yahoo.com.mx)

La novena película de Françoise Ozon (Paris 1967) "Tiempo de vivir" (Le temps qui reste) (Francia, 2005), exhibida recientemente, es la segunda película de una trilogía sobre el luto. La primera, bajo la arena (2001), planteaba la muerte de un ser querido, ésta, trata sobre la muerte propia.

A diferencia de la pésima referencia a la que hace alusión, por la mala traducción que se hace en México, el título: Tiempo de vivir, en el original: El tiempo que queda puede uno distinguir con claridad el argumento que el director, y también guionista, plantea de manera inteligente distanciándose de lo ordinario. Así es, a los pocos minutos de haber comenzado la película, al personaje de la misma, el joven fotógrafo Romain (Melvil Poupaud) se le diagnostica un cáncer terminal. ¿Qué hacer ante la inminencia de la muerte, ante el tiempo que queda? Es la pregunta planteada por Françoise Ozon.

¿Quién esta listo para enfrentar la muerte? Aparentemente nadie. Por ello las múltiples posibilidades de nuestras limitadas capacidades, de nuestro ser cristiano, a veces. ¿Qué camino andar? Nadie lo sabe hasta que lo transita, se trata de una experiencia personal ante la pérdida. Una tras otra vamos perdiendo por la vida, el vientre materno, lo bueno o lo malo del pecho con todas sus implicaciones de apegos y desapegos y así se va caminando por la vida, hacia la muerte. Algunos, como Martha Nussbaum, escriben libros maravillosos, Ozon nos plantea un camino incierto, como si fuera el de la vida, después de todo ¿Quién esta listo para ella? Así, como si fuésemos el andrógino descrito por Aristófanes en el banquete andamos buscando por el mundo, sólo que el amor es sólo una posibilidad de esa
búsqueda de un lugar perdido, prístino. Buscamos un sitio que nos es conocido y que nos hace falta, al menos parece que ya hubiésemos estado ahí, que existe un vago recuerdo, o la sensación de esa estancia perfecta, donde en algún momento de nuestra vida nos hubiésemos encontrado a salvo de todo, hasta de nosotros mismos. Sin embargo, parece, que ese feliz reencuentro nunca llega. Sólo permanece el anhelo, y ante él la constante búsqueda. Ésta es la propuesta del director, lejos del "carpe diem" de telenovela, de la comedia de situaciones y del Hollywood más estereotipado de final feliz y lucha
heroica contra la muerte, como si la vida misma no estuviera impulsada por la inminencia de ésta. De esta manera presenciamos a Romain enfrentar su propia muerte lejos de las reconciliaciones con los queridos y con uno mismo en un intento de ajuste de cuentas, el fotógrafo hace lo que puede.
"El tiempo que queda" plantea pero, sobre todo, trata de manera diferente una situación harto conocida y mostrada en el cine al distanciarse de todos los clichés conocidos que se confunden con la realidad o tomados de la realidad misma. Siendo tan "realista" como estas propuestas, Ozon las aventaja en ese abandono de lo vulgar. Justamente, en esa diferencia reside uno de los aciertos de la película: Ofrece la posibilidad de recuperar esa gravedad que hace falta. Dota de ella a momentos que normalmente resultan hasta vergonzosos por lo ordinario de su tratamiento. La fotografía de Jeanne Lapoirie colabora al cometido de Ozone, otorgando un cierto laicismo, pero también una sublimación a través de su trabajo.
Publicado el 23 de Mayo de 2007